Tú no la mataste. Estaba muerta. No estaba muerta. Tú la mataste. ¿Por qué dices tú? - Yo.
No pensar. No pensar. No pensar. Lo que ha ocurrido, ha ocurrido. No pensar. No pensar tanto. QUedarse quieto. Apoyar la cabeza aquí. Se está bien. Se está bien aquí apoyado, sin pensar, se pueden cerrar los ojos o es lo mismo que tenerlos abiertos. Es lo mismo. Si se abren los ojos se ve la sirenita. Con el hierro pequeño del cordón del zapato de uno al que se olvidaron de quitárselo se puede dibujar en la pared rascando poco a poco la cal. Se rasca despacio porque hay todo el tiempo necesario. Se va rascando poquito a poquito y el ruido desagradable, denteroso del hierrecillo, de la pequeña hojalata doblada por alguna máquina sobre el cordón marrón del zapato marrón, va esbalando en la pared haciendo un dibujo que va tomando forma semihumana y que acompaña porque llega un momento en que toma expresión, va llegando un momento en que toma forma y llega por fin un momento en que efectivamente mira y clava sobre ti -la sirena mal dibujada- sus grandes, húmedos ojos de muchacha y mira y parece que acompaña. La cola son dos muslos cerrados, apretados. La muchacha de la cola no está dispuesta a dividir su cola con un cuchillo porque no ama. Está todavía así con los muslos enfundados en escama. No hay nada en la pared hasta el momento en que cristaliza la forma, cuando se reconoce al ser humano en un poco de cal rayada y lanza su mirada y mira. Sí, lo quiero, lo quiero. Es como si lo quisiera. ¿Qué diferencia hay, quién puede demostrar que no sea cierto, quién puede convencerse, por mucho que me desprecie -por mucho que se empeñe en despreciarme-, por mucho que ría al saber que estoy aquí y diga ése, de que yo no estoy aquí porque quiero, porque he querido estar y porque estoy queriendo estar? Aunque me haya escondido, aunque haya estado en brazos de una puta esperando que pasara el tiempo, que pasaran los días, aunque quería que nunca más se acordaran de mí y se olvidaran y me dieran la beca para Illinois y estar allí mirando ingles de ratones por los siglos de los siglos, donde se dice quiero y baja de las nubes su superciclotrón de cien millones de dólares y se dice necesito y baja toda la familia de los simios tropicales con sus cerebros casi-humanos para que yo los estudie y fuera espera un coche muy grande pintado de violeta, la muchacha superferolítica del último modelo de la humanidad bien alimentada que ha conseguido la perfección de la belleza en el mismo cuerpo que oculta el corazón sano y democrático y la generosidad de las gentes que llevan al parti y el sabio juega al golf y el sabio come perros calientes y el laboratorio es como una gran cafetería sonriente donde el cáncer se descompone al tocarlo, como si fuera aicecrim con soda. Pero yo he querido estar aquí, fracasado, sin tocar ni cánceres, ni microscopios ibéricos de los pequeños sabios ibéricos, que yo no puedo ya tocar, porque lo que he querido es estar aquí solo, pensando; no, sin pensar; sólo depositado, extendido, como si me hubiera muerto y supiera ya lo qu ees estar muerto, con el cuerpo tan lisamente extendido como el de na muchacha muerta que supiera por qué se ha muerto y no por un accidente estúpido en el que yo puse mi mano que no estaba firme como tenía que haber estado...
Estaba borracho. Yo.
(por repasar)
No pensar. No pensar. No pensar. Lo que ha ocurrido, ha ocurrido. No pensar. No pensar tanto. QUedarse quieto. Apoyar la cabeza aquí. Se está bien. Se está bien aquí apoyado, sin pensar, se pueden cerrar los ojos o es lo mismo que tenerlos abiertos. Es lo mismo. Si se abren los ojos se ve la sirenita. Con el hierro pequeño del cordón del zapato de uno al que se olvidaron de quitárselo se puede dibujar en la pared rascando poco a poco la cal. Se rasca despacio porque hay todo el tiempo necesario. Se va rascando poquito a poquito y el ruido desagradable, denteroso del hierrecillo, de la pequeña hojalata doblada por alguna máquina sobre el cordón marrón del zapato marrón, va esbalando en la pared haciendo un dibujo que va tomando forma semihumana y que acompaña porque llega un momento en que toma expresión, va llegando un momento en que toma forma y llega por fin un momento en que efectivamente mira y clava sobre ti -la sirena mal dibujada- sus grandes, húmedos ojos de muchacha y mira y parece que acompaña. La cola son dos muslos cerrados, apretados. La muchacha de la cola no está dispuesta a dividir su cola con un cuchillo porque no ama. Está todavía así con los muslos enfundados en escama. No hay nada en la pared hasta el momento en que cristaliza la forma, cuando se reconoce al ser humano en un poco de cal rayada y lanza su mirada y mira. Sí, lo quiero, lo quiero. Es como si lo quisiera. ¿Qué diferencia hay, quién puede demostrar que no sea cierto, quién puede convencerse, por mucho que me desprecie -por mucho que se empeñe en despreciarme-, por mucho que ría al saber que estoy aquí y diga ése, de que yo no estoy aquí porque quiero, porque he querido estar y porque estoy queriendo estar? Aunque me haya escondido, aunque haya estado en brazos de una puta esperando que pasara el tiempo, que pasaran los días, aunque quería que nunca más se acordaran de mí y se olvidaran y me dieran la beca para Illinois y estar allí mirando ingles de ratones por los siglos de los siglos, donde se dice quiero y baja de las nubes su superciclotrón de cien millones de dólares y se dice necesito y baja toda la familia de los simios tropicales con sus cerebros casi-humanos para que yo los estudie y fuera espera un coche muy grande pintado de violeta, la muchacha superferolítica del último modelo de la humanidad bien alimentada que ha conseguido la perfección de la belleza en el mismo cuerpo que oculta el corazón sano y democrático y la generosidad de las gentes que llevan al parti y el sabio juega al golf y el sabio come perros calientes y el laboratorio es como una gran cafetería sonriente donde el cáncer se descompone al tocarlo, como si fuera aicecrim con soda. Pero yo he querido estar aquí, fracasado, sin tocar ni cánceres, ni microscopios ibéricos de los pequeños sabios ibéricos, que yo no puedo ya tocar, porque lo que he querido es estar aquí solo, pensando; no, sin pensar; sólo depositado, extendido, como si me hubiera muerto y supiera ya lo qu ees estar muerto, con el cuerpo tan lisamente extendido como el de na muchacha muerta que supiera por qué se ha muerto y no por un accidente estúpido en el que yo puse mi mano que no estaba firme como tenía que haber estado...
Estaba borracho. Yo.
(por repasar)
3 comentarios:
original content please
es mi bloj y me lo follo cuando quiero
O_o
Y... ¿Has dicho que el título del libro en Tiempo de Silencio, no?
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